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HUELLAS, RASTROS Y SEÑALES EN LA PATAGONIA /

Este texto es un extracto del ensayo completo disponible en el catálogo.

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ABDRÜCKE, SPUREN UND ZEICHEN IN PATAGONIEN/

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HUELLAS, RASTROS Y SEÑALES EN LA PATAGONIA

Gustavo Boldrini

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Tanta gente que comenzó a viajar a la Patagonia -comisionados por los gobiernos de Chile y Argentina, en afanes políticos, geográficos- pensando que se adentraba en el “finis terrae”, la soledad total, el espacio infinito, el salvajismo utópico… Por eso, cada vez que en sus caminares vieron un vestigio de lo humano, ya fuera una huella, un rastro, una señal… se llenaron de felicidad. Es que el ámbito salvaje, desde el encuentro y su emoción, ya se hacía territorio humano.

Es lo que le sucedió al geógrafo alemán Hans Steffen, comisionado por el Gobierno de Chile a la exploración de la Patagonia Occidental, en pro de los trabajos preparatorios en la demarcación de límites con Argentina.

En su expedición a las cordilleras del río Puelo (l894-95), escribía: “Paso a paso aumentaban los indicios de que nos acercábamos a un lugar habitado del valle; vimos manadas de caballos y vacunos, y finalmente el 2 de marzo a mediodía encontramos la pequeña casita (f1) construída de troncos de cedro del colono de nacionalidad chilena y de nombre Rosales, que hacía cuatro años se había radicado aquí con permiso de las autoridades argentinas”.

No era esta la primera casa construída en La Patagonia. En efecto, en 1863, llega a las islas Malvinas el pastor Waite Hockin Stirling, de la Patagonian Missionary Society. Junto a sus misioneros, por años vagan -sin mucha suerte- por los canales fueguinos en pos de contactar a los aborígenes y evangelizarlos. El pastor, entonces, piensa en que debe hacer algo distinto: “Probar una residencia en tierra”, escribe.

Elige un lugar:Ushuaia. Allí llega en enero de 1869. Levantan un cerco, una casita de troncos para que él viva: la Cabaña Stirling. Sin embargo, es provisoria, pues se está a la espera de una casa prefabricada, de hierro, encargada a Inglaterra y él está presuroso por fundar “a christian village”.

Cuando la casa inglesa llega al Canal del Beagle, nuestro Stirling es llamado a Inglaterra para ser consagrado como el primer obispo anglicano de Sudamérica.

En el lugar, Lawrence y Lewis, misioneros y carpinteros, se quedan solos, dedicados al armado de la casa de hierro (f2). Es el año 1871.

Cuando Stirling dejó su lugar en Ushuaia, la casa (que nunca usó) fue ocupada por el pastor Thomas Bridges, quien, a los quince años de vivir allí (l886), renuncia al Ministerio y pide concesión de tierras al Gobierno argentino. Le dan lugar en Harberton (frente de la isla Gable). Antes de instalarse, viaja a Inglaterra a comprarse una casa de madera. Mientras espera su llegada, habita en un ¡refugio de latón!. Esa casa inglesa, que aún está en Robbin’s Cot y que fue croqueada y descrita por Sofía Sanfuentes en 1995, “tiene dos pisos, ventanas de madera con pequeños vidrios y un porsche de acceso para resguardarse del mal tiempo(f3). Allí, hoy, vive un biznieto de Bridges”.

 

(…)

 

Desde ese día, el avance fue mucho más rápido pues desde ahí ya existían sendas sobre aquella selva oficialmente inexplorada. Al regreso se van encontrando con varios colonos. Casi al mes de iniciada la marcha desde el litoral del Pacífico, llegan al lago General Carrera. Desde Bahía Murta navegan durante dos días a Chile Chico, lugar en donde retoman su marcha al Norte, vía República Argentina, hasta nuevamente cruzar la frontera pues el término de la expedición es en Balmaceda-Coihaique, Chile.

Un poco más al Sur, las huellas que dejaron y los rastros que hoy seguimos de los mineros del oro (de varias nacionalidades) que hacia fines del s.XIX y los primeros 40 años del s.XX actuaron en la Tierra del Fuego, también constituyen la señal de que un modo muy enraizado a lo local y una forma resultante, pueden definirse como patagónicos.

Los mineros debieron emplazar sus viviendas y sus faenas, en las cercanía de las minas, del lavadero…, en medio de una topografía y climas muy hostiles, cuyos protagonistas principales fueron un suelo abrupto, disparejo, más la lluvia y el viento incesantes.

Cuenta el croata Antonio Kusanovic Salamunic: ”Compramos una mina (alrededor de l940), hicimos un rancho de tierra y champas y empezamos a trabajar”.

A su vez, el chilote Santiago López López, que trabajó en el oro entre l936-39, testimonia: “En la mina trabajamos tres socios. Teníamos un buen campamento, con fierro y techo de lo mismo, estufa…”

Entre ambas declaraciones media un tiempo histórico y unas reminiscencias comunes, aun cuando los aspectos formales de sus albergues no son los mismos. El “rancho Kusanovic” en realidad es una excavación en el suelo virgen. Quizá de 1.20 a 1.50 m. de profundidad, que construye sus propios muros. Sobre el forado, como cubierta, una palizada muy fina y tupida de varas de calafate, recibe los “tepes” o “champas” que la techan. Kusanovic, a falta de madera mayor que le permitiera construir un volumen vertical, se entierra. De ese modo, su refugio no es un volumen ni un paramento frente del vendaval. Es una pequeña “colina” que se alía al paso del viento; se deja peinar por este, al tiempo que le permite el paso sin que haya un enfrentamiento de masas. Su forma final no difiere mucho de la choza yámana o de la qawaskar, cuando la primera busca emplazarse sobre una oquedad del terreno o una excavación previa. (f5)

Algunas chozas qawaskar, sin haber sido enterradas, muchas veces lo parecieron, pues al ir sus habitantes arrojando las conchas de mariscos por su alrededor, hacía que pronto, las chozas parecieran estar enterradas o sumergidas en el terreno. Antiguas fotografías, de ambos pueblos, además de los onas, los muestran sentados alrededor de sus chozas, muy cercanos a la cúspide de la vivienda (f6).

En cambio, en el “campamento” de López no hay alianza con la naturaleza. Al viento, él opone un volumen con el más novedoso y “civilizado” de los materiales: el latón. Su casa, formalmente, está más cercana a las “barraquitas” de hierro (f7) que se construye a los ona, cuando éstos se van a vivir a la Misión Salesiana.

Los escasos recursos económicos con que se contaba no eran impedimento para construir, aunque sí definían la forma y la materialidad de lo construido. A mayor pobreza, mayor cercanía a una respuesta vernácula; hasta hoy, si se está cercano a una tradición constructiva.

 

(…)

 

Arquitectos, carpinteros y baqueanos

 

De lo recorrido en este texto, y por el poder engendrador y de síntesis que tienen, nos interesan la arquitectura y el modo de ocupación del suelo.

Un lugar como la Patagonia, que no tuvo un periodo de conquista, ni colonial, ni republicano; necesariamente, a la hora de su poblamiento, debía ser solícito y muy ecléctico en la recepción de lo humano y sus obras. Un lugar sin tradición constructiva permitió que sus habitantes construyeran desde sus recuerdos, su inventiva, y un ajuste cada vez mayor a los requerimientos del medio.

Las primeras obras de cuño ilustrado que se emplazan en el Aysén corresponden a aquellas de impronta alemana y que ya se habían recepcionado en Puerto Montt y poblados aledaños, por la colonización germana desde 1846. Una de las vías importantes de penetración de esta arquitectura fue la de Chiloé, en donde ya había experimentado una importante apropiación y reinterpretación en manos de los desprejuiciados carpinteros chilotes.

 

(…)

 

Gustavo Boldrini Pardo

Escritor. Ex profesor fundador de las cátedras Ocupación del suelo y desarrollo urbano, Suelo Americano, y el Taller El hombre y la madera, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Arcis.

 


 

 

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ABDRÜCKE, SPUREN UND ZEICHEN IN PATAGONIEN

Gustavo Boldrini

 

So viele, die sich nach Patagonien aufmachten – ausgesandt von den Regierungen Chiles oder Argentiniens, aus politischen, geografischen Beweggründen – haben gedacht, sie begäben sich nun ins „finis terrae“, die totale Einsamkeit, unendliche Weite, Utopien unberührter Wildnis… Daher waren sie jedes Mal, wenn sie auf ihren Wanderungen einen Hinweis auf menschliches Leben erblickten, sei es ein Abdruck, eine Spur, ein Zeichen… glücklich. Durch diese Begegnungen und das Gefühl dabei wurde die wilde Umgebung schon ein bisschen zu Menschenland.

So erging es dem deutschen Geografen Hans Steffen, der im Auftrag der chilenischen Regierung Westpatagonien erkundete, um die Grenzziehung zu Argentinien vorzubereiten.

Auf seiner Expedition in die Anden am Rio Puelo (1894-95) schrieb er: „Mit jedem Schritt mehrten sich die Anzeichen, dass wir uns einem besiedelten Teil des Tals näherten; wir sahen Herden von Rindern und Pferden, und endlich, am zweiten März um die Mittagszeit, stießen wir auf die kleine, aus Zedernstämmen gebaute Hütte (f1) eines chilenischen Kolonisten mit Namen Rosales, der sich hier vier Jahre zuvor mit Genehmigung der argentinischen Behörden angesiedelt hatte.“

Es war nicht das erste Haus, das in Patagonien gebaut wurde. Denn tatsächlich erreicht die Falklandinseln 1863 Pastor Waite Hockin Stirling von der Patagonian Missionary Society (Patagonische Missionsgesellschaft). Er und seine Missionare ziehen jahrelang – nicht sehr erfolgreich – auf Feuerlands Wasserstraßen umher, um Kontakt zu den Ureinwohnern aufzunehmen und sie zum Christentum zu bekehren. Der Pastor denkt, dann müsse man wohl etwas anderes tun: „Versuchen, sich auf dem Festland niederzulassen“, schreibt er.

Er wählt einen Ort: Ushuaia. Im Januar 1869 kommt er dort an. Sie errichten eine Einfriedung, ein kleines Blockhaus, darin soll er leben: la Cabaña Stirling, die Stirling-Hütte. Natürlich provisorisch, denn man erwartet die Lieferung eines Fertighauses, aus Eisen, in England bestellt, und er hat es eilig, „ein christliches Dorf“ zu gründen.

Als das englische Haus im Beagle-Kanal eintrifft, wird unser Stirling nach England berufen, um dort zum ersten anglikanischen Bischof von Südamerika geweiht zu werden.

Vor Ort bleiben Lawrence und Lewis, Missionare und Zimmermänner, allein zurück und bauen das Eisenhaus (f2) zusammen. Man schreibt das Jahr 1871.

Als Stirling seinen Platz in Ushuaia verließ, wurde das (von ihm nie genutzte) Haus von Pastor Thomas Bridges übernommen, der 1886, nachdem er fünfzehn Jahre dort lebte, dem Priesteramt entsagt und die argentinische Regierung ersucht, ihm Land zuzuteilen. Sie geben ihm einen Flecken in Harberton (gegenüber der Isla Gable). Bevor er sich dort niederlässt, reist er nach England, um sich ein Holzhaus zu kaufen. Während er darauf wartet, wohnt er in einer Wellblechhütte! Das englische Haus steht noch heute in Robbin’s Cot und wurde 1995 von Sofia Sanfuentes skizziert und beschrieben . „Es ist zweistöckig, hat Holzfensterrahmen mit kleinen Glasscheiben und einen „porche“, einen Vorbau am Eingang, um Schutz vor schlechtem Wetter zu bieten (f3). Heute lebt dort ein Urenkel von Bridges.“

 

(…)

 

Von diesem Tag an kommen sie schneller voran, denn ab dort existierten bereits Pfade durch den offiziell unerforschten Urwald. Auf dem weiteren Weg treffen sie verschiedentlich auf Siedler. Fast auf den Tag genau einen Monat nachdem sie an der Pazifikküste losmarschiert sind, erreichen sie den Lago General Carrera. Von Bahía Murta fahren sie in zwei Tagen mit dem Boot nach Chile Chico, wo sie ihren Marsch Richtung Norden durch die Republik Argentinien fortsetzen, bis sie erneut die Grenze überqueren, denn der Zielort der Expedition liegt im Gebiet Balmaceda-Coihaique in Chile. 

Etwas weiter im Süden hinterließen die Goldgräber (verschiedener Nationalitäten) ihre Spuren, denen wir heute folgen. Sie waren gegen Ende des 19. Jahrhunderts und in den frühen 40er-Jahren des 20. Jahrhunderts in Feuerland tätig und sind auch ein Zeichen dafür, dass eine sehr starke lokale Verwurzelung und daraus resultierende Form als patagonisch bezeichnet werden können.

Die Goldgräber mussten ihre Wohn- und Arbeitsstätten nahe der Minen platzieren, nahe der Waschrinne…,

inmitten äußerst feindlicher topografischer und klimatischer Bedingungen, deren Protagonisten abruptes, schroffes Gelände plus unablässiger Wind und Regen waren.

Der Kroate Antonio Kusanovic Salamunic berichtet: „Wir kauften eine Mine (um 1940 herum), errichteten ein Lager aus Erde und kratzigen Magergrassoden und fingen an zu arbeiten.“

Wiederum bezeugt der Chilote Santiago López López, der zwischen 1936-39 im Goldgeschäft arbeitete: „In der Mine waren wir drei Teilhaber. Wir hatten ein gutes Camp, mit Eisenkonstruktion, auch im Dach, Heizofen…“

Beide Aussagen verbindet ein historischer Moment und ein paar Anklänge an gemeinsame Erinnerungen, obgleich sich ihre Unterkünfte formal nicht sonderlich ähneln. Der „Rancho Kusanovic“ ist eigentlich eine Ausschachtung in unbebautem Boden. Vielleicht 1,20 bis 1,50 Meter tief, wodurch die Wände sich von selbst ergeben. Als Dachkonstruktion dient die feine dichte Palisade aus Zweigen von buchsblättriger Berberitze, die mit Grassoden oder „Champas“ bedeckt wird. In Ermangelung massiven Holzes, das ihm den Bau eines vertikal stehenden Raums gestatten würde, gräbt Kusanovic sich ein. Auf diese Weise bietet sein Unterschlupf dem Südwestwind weder Raum zum Hineingreifen, noch Wände als Angriffsfläche. Es ist ein niedriger „Hügel“, der sich mit dem hindurchfegenden Wind verbrüdert; er lässt sich von ihm kämmen und lässt ihn gleichzeitig passieren, ohne dass die Massen aufeinanderprallen. Ihre fertige Form unterscheidet sich nicht sonderlich von der Hütte der Yámana oder der Kawesqar, wobei die erste möglichst über einer bereits vorhandenen Erdmulde oder früheren Ausschachtung platziert wird. (f5)

Kawesqar-Hütten wirkten, obwohl sie es nicht waren, oft eingegraben, denn dadurch, dass ihre Bewohner die Schalen von Meeresfrüchten um sie herum wegwarfen, sah es schon bald so aus, als seien die Hütten eingegraben oder in den Boden eingesunken. Alte Fotografien beider Völkerstämme und auch der Ona zeigen sie um ihre Hütten sitzend, sehr nah an der Spitze der Wohnstatt (f6). 

Im Lager von López dagegen gibt es keine Allianz mit der Natur. Dem Wind setzt er ein Volumen aus dem neuartigsten und „zivilisiertesten“ aller Materialien entgegen: Messing.    

Sein Haus ähnelt formal eher den „Barraquitas“ (f7), die man den Ona baut, als sie in die Salesianermission ziehen.

Die knappen wirtschaftlichen Mittel, die man zur Verfügung hatte, waren kein Hinderungsgrund zu bauen, bestimmten aber durchaus Form und Materialität der Konstruktionen. Je größer die Armut, desto naheliegender die einheimische Antwort; bis heute, sofern es eine Bautradition in der Nähe gibt.

 

(…)

 

Architekten, Zimmerleute und ortskundige Führer

 

Von dem bisher Dargelegten interessieren uns besonders die Architektur und die Art und Weise der Bodennahme, da sie uns einerseits weiterführen und andererseits eine synthetische Kraft haben.

Ein Ort wie Patagonien, an dem Eroberung, Kolonialzeit und Republik nicht stattgefunden haben, musste die Menschen und ihre Werke bereitwillig und ohne wirkliche Auswahlkriterien aufnehmen. Ein Ort ohne Bautradition gestattet es den Einwohnern, nach der Erinnerung, ihrer Findigkeit und immer besser an die äußeren Umstände angepasst zu bauen.

Die ersten Bauten in Aysén, deren Prägung belegt ist, sind die deutsch Aussehenden, wie sie sich auch schon durch die ab 1846 einsetzende deutsche Besiedlung in Puerto Montt und benachbarten Dörfern ausbreiteten. Eine für den Vormarsch dieser Architektur wichtige Route führte über Chiloé, wo sich die vorurteilsfreien chilotischen Zimmermänner den Baustil bereits angeeignet und neu interpretiert hatten.

 

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Gustavo Boldrini Pardo

Schriftsteller. Ex-Gründungsprofessor der Lehrstühle „Ocupación del Suelo y desarrollo urbano“ (Flächennutzung und Stadtentwicklung), „Suelo Americano“ (Amerikanischer Boden) und „Taller El hombre y la madera“ (Workshop Der Mensch und das Holz) an der Escuela de Arquitectura de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales Arcis (Fakultät für Architektur an der Universität für Kunst und Sozialwissenschaften Arcis in Santiago de Chile).

 


 



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